La octava maravilla del mundo podría haber sido redescubierta

A lo largo del siglo XIX, Nueva Zelanda presumió de poseer una de las atracciones turísticas más famosas del mundo, un lugar ampliamente reconocido como la “octava maravilla del mundo”, que llevó a muchísima gente a embarcarse en un peligroso viaje sobre el océano desde Norteamérica y Europa solo para verlo. El lugar estaba compuesto por dos espectaculares formaciones, las Terrazas Rosas (o “Te Otukapuarangi”, que, en maorí, significa “la fuente del cielo nubloso”) y las Terrazas Blancas (o “Te Tarata”, que significa “la roca tatuada”). Estas magníficas cascadas hidrotermales fueron borradas repentinamente de la faz de la Tierra cuando el Monte Tarawera entró en erupción a finales del siglo XIX. Sin embargo, dos investigadores creen haber localizado la ubicación de las antiguas Terrazas 131 años después de su desaparición.

Rex Bunn y el Dr. Sacha Nolden son dos investigadores cuyo artículo publicado en el Journal of the Royal Society of New Zealand sugiere que las Terrazas Rosas y Blancas, que se creían destruidas o desplazadas al fondo del Lago Rotomahana, podrían en cambio estar enterradas en la playa del lago.

Mediante el estudio de las notas de campo de los diarios de Ferdinand von Hochstetter del año 1859, quien realizó un levantamiento topográfico y geográfico de la zona de Rotomahana en los años anteriores a la erupción, Bunn y el Dr. Nolden reconstruyeron su mapa del lago usando un proceso conocido como cartografía forense. Mientras que Bunn señala que von Hoschstetter era “un cartógrafo muy competente”, la escala de la erupción creó un paisaje prácticamente irreconocible, así que Bunn y el Dr. Nolden se pusieron a comparar las características geológicas actuales con los datos del levantamiento de 1859 para deducir las posibles ubicaciones de las terrazas. Éste fue un procedimiento meticuloso para todo el equipo; según las declaraciones de Bunn, han pasado aproximadamente 2.500 horas en este proceso durante los últimos doce meses.

El equipo ahora dice haber localizado la ubicación con un margen de error de 35 metros, según ha declarado Bunn a Stuff.co , es lo más cerca “de lo que nadie ha estado en los últimos 130 años”. Ambos afirman que se trata de una estimación de la ubicación de las terrazas lo suficientemente cercana como para que la excavación se pueda producir en un futuro cercano. La decisión de explorar y excavar el yacimiento queda en manos de las autoridades tribales locales de Tuhuorangi, ya que las terrazas están situadas bajo sus tierras; Bunn, sin embargo, ha explicado a The Guardian que ya ha estado en contacto con los dueños ancestrales de las tierras y señala que cuentan con “su apoyo y están encantados con el trabajo llevado a cabo”. El próximo paso para el equipo será lograr el objetivo de recaudar 70.000 NZ$, y organizar un equipo fiable para comenzar a explorar el lugar.

Gente bañándose en las Terrazas Rosas en 1880.

En cuanto a lo que cabe esperar, Bunn afirma que las terrazas podrían dejarse en condiciones razonables y bien podrían ser restauradas a su antigua gloria una vez excavadas. Se cree que las formaciones de estas terrazas tienen más de 7.000 años de antigüedad, y en su día fueron impresionantes lugares para el baño, con piscinas escalonadas que descienden hacia las aguas templadas del Lago Rotomahana. Se cree que las terrazas eran los mayores depósitos de sílice del planeta, y estaban formadas por un manantial mineral que depositaba sedimentos que se endurecían, creando espectaculares formaciones naturales. Se cree que el tono rosado de la Terraza Rosa es el resultado de colonias de microorganismos pigmentados, relacionados con los organismos que le dan a la Morning Glory pool del Parque Nacional de Yellowstone su impresionante color.

Sin embargo, la investigación de Bunn y el Dr. Nolden’s se contradice con investigaciones anteriores, incluyendo un artículo publicado en 2016 en el Journal of Volcanology and Geothermal Research que sugería que las terrazas habrían sido destruidas tras la erupción. Esta teoría fue cuestionada después por Bill Keir, quien sugirió que las terrazas se encontraban de hecho bajo la superficie del Lago Rotomahana y especuló que no podrían estar sumergidas “a más de 40 metros de profundidad”. Sin embargo, si la investigación de Bunn y el Dr. Nolden es correcta, es muy posible que en los años venideros podamos volver a conocer a la octava maravilla del mundo.

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